Ansiedad.









Mis suspiros son cada vez más espesos, vertiginosos, calientes, precipitados.
No inhalo bien, mis manos tiemblan, las mariposas que hace tiempo revoloteaban se asfixian.
No, las asfixio.

Voces repugnantes se levantan desde el fondo del estómago y recorren el cuerpo con fuerza,
Irrumpen los espacios que no le corresponden, 
Pero se quedan dentro, son otras condenadas más.

Hacen explotar el interior de mi ser.
Están desgarrando todo lo que tocan. Al final, como todo, mueren,
se ahogan en el hueco que las vio nacer.

Los clavos que caen de la memoria, se entierran en mi vientre y lo hacen agonizar,
Son recuerdos desatinados de quien quiere correr a sus brazos y envolverse en ellos,
Brazos de espinas, ansiosos por cortarme más, una vez más.

Mi sangre se impregnó de tristeza y hasta el sudor de mi cuerpo huele a ella,
Tengo frió, es verdad lo que leí, las almas pierden el fervor que las mantiene,
El alma no es eterna, digo,

 Mi alma está muerta, enterrada, pisoteada, humillada, dejada y olvidada.

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